DÍA DE LA MADRE
Nuestro alumno Francisco López dedica unas palabras a su madre y a todas las madres:
"Cuando moría mi madre
me dijo que no llorara
que le cantara una jota
y que nunca la olvidara"
Se dice que hay que ser madre para entender cuánto y cómo quiere una madre. Posiblemente sea así, pues no existe un amor más puro, más incondicional, más entregado que el de una madre. Es un amor que no se cuestiona. Una madre ama a sus hijos con una intensidad irracional, total. Prefiere que le pase algo a ella, antes que a sus hijos. Les duele su dolor, llora sus penas y se angustia con sus inquietudes.
No tiene días libres, ni vacaciones, ni jubilación en su trabajo como madre. No importa que sea anciana y sus hijos, adultos; ella siempre será su madre, la que se preocupa, la que quiere amor infinito. Demasiado a menudo, damos ese amor por sentado, como algo normal. Como contamos con él de forma incondicional, tendemos a olvidar su inmensidad y su pureza. Y sólo nos paramos a reflexionar sobre él, cuando tenemos miedo a perderlo. ¿Por qué? ¿A caso no deberíamos celebrarlo como el milagro que es? ¿Festejarlo en toda su grandeza? Este es el único fin del día de la Madre. Sería una pena que lo dejáramos ahogarse en un mar de trivialidades o que lo sintiéramos como una obligación, en vez de recuperar su verdadera esencia; decir sencillamente, GRACIAS por todo, desde lo más profundo del corazón, GRACIAS.
Si tienes la suerte de tenerla en vida, cuídala, asístela lo más que puedas, ya que ella daría la vida por ti. Demuéstralo una vez más y siempre. Si ya no vive, reza por ella, háblale como si estuviera contigo. Nadie muere mientras se la recuerda.
Madre, si pudiese solamente destacar una de tus virtudes, sería la capacidad que tienes para darlo todo, incluso antes de saber lo que necesito.
¡TE QUIERO MADRE!
Francisco López
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